24.03.2017 - OPINIÓN

Yo también lo pido: Dejadlo como está, no le cambiéis la túnica

Por Diego Fernández Jiménez

Andalucía es tan gitana, que hasta los Cristos tienen cara gitana. Sé, porque soy andaluz, la pasión con la que esta maravillosa tierra venera a cada una de las imágenes. Los hermanos de cada cofradía piden que pasen los meses rápido para ver de nuevo al santo de su devoción en la calle. En mi pueblo, Jesús Nazareno, el Viernes de Dolores bendice a todos los ciudadanos desde arriba de la cuesta de la parroquia y muchos emigrantes vuelven cada año con la única intención de acompañar este acto ritual.

He visitado y acompañado muchos Cristos de los gitanos en diferentes lugares y tengo la sensación de que nuestras cofradías, las de los gitanos, ocupan una posición preeminente en muchas Semanas Santas, o al menos no van a la zaga de otras cofradías. A veces no tienen tanto lujo, ni tienen los mejores tronos, ni las mejores bandas de música… pero siempre tienen el arte de los gitanos, siempre tienen un punto que atrae, que les hace ser especiales. Quizá sea el compás del paso, los gritos de devoción de los gitanos o las saetas, porque dicen que las saetas se hicieron flamencas cuando Enrique el Mellizo y su familia paraban a la Virgen de la Soledad y rezaban cantando por martinetes.

Es espectacular ver al Cristo de los gitanos subiendo el Sacromonte en mitad de las candelas, escuchar poemas en los balcones al paso de los gitanos en Écija o vivir el compás de los gitanos en Málaga o en tantos otros sitios. Y cuando “el Manué” deja su barrio, aunque solo hayan transcurrido unas calles camino de la Sevilla catedralicia, es un tiempo de espera que solo se soporta despierto hasta verlo retornar nuevamente. El cariño y el respeto que los sevillanos tienen al Cristo de los gitanos debe hacernos reflexionar a todos, porque hay pocos prestigios más grandes en Sevilla que vestir la túnica de esta cofradía, es decir vestir la túnica de los gitanos.  Y, “el Manué” que conocemos siempre fue con una túnica lisa pero cuyo rostro refleja la belleza escultórica de los gitanos.

Así que yo pido también, humilde y respetuosamente, que le dejen la misma túnica que no necesita ningún bordado para brillar más que el oro. 

 

Diego Fernández Jiménez

Abogado

Director del Instituto de Cultura Gitana

 

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