14.12.2015

Entrevista a Ana Giménez Adelantado, profesora de la Universidad Jaume I de Castellón

“Ha llegado el momento de dejar de hablar y empezar a actuar desde la resistencia no violenta”


Ana Giménez Adelantado

Ana Giménez Adelantado es antropóloga y profesora de sociología en la Universidad Jaume I de Castellón, y parte de su investigación está centrada en la exclusión social  y en la educación intercultural. Hija de una familia de clase media, aprendió como vivía parte de su comunidad al pasar más de un año en un poblado chabolista de Ávila para realizar su tesis doctoral. Desde entonces, acabar con la discriminación endémica que persigue al Pueblo Gitano y los relega y perpetúa en esas condiciones, son el caballo de batalla de esta mujer.  

 

Desmontas todos los estereotipos que lastran a la comunidad gitana. Eres mujer, gitana, licenciada, después doctora, profesora de universidad… ¿Es bueno o malo que en pleno siglo XXI todavía destaquemos casos como el tuyo?

No es ni bueno ni malo, es una realidad y hay que aceptarla. Claro que es producto de la profunda ignorancia que tiene la sociedad de las gitanas y de los gitanos. Realmente somos muchas las mujeres licenciadas y también doctoras. No hay nada excepcional en tener una titulación académica o un doctorado. Es verdad que se destaca la singularidad de las mujeres que somos más visibles,  por diferentes razones, por nuestro compromiso en favor de los derechos civiles, por nuestra profesión o por otras razones. Es positivo que la sociedad conozca la realidad pero sin personalizar excesivamente. De la exclusión cultural se sale en grupo, no individualmente. No somos islas.

 

Algunos activistas gitanos dicen que el poder de los  estereotipos es tan fuerte que los propios gitanos, en ocasiones, se los creen. ¿Se ha distorsionado la identidad gitana? 

El prejuicio, como decía José Luis Pinillos, es un juicio previo que se realiza antes de conocer la realidad y es, básicamente por ello, irracional. Este y los estereotipos, que comparten su esencia, son especialmente dañinos porque están fuera de la razón y son etéreos… Pensamientos, emociones, creencias que se articulan para juzgar al otro. Es cierto que las comunidades y las familias más marginadas y excluidas llegan a asumir, como propios, los estereotipos sociales. Y eso es extremadamente peligroso y dañino pero a la vez muy lógico. Cuando una niña encantadora con la que estás hablando en  un aula, acariciándole la mano te pregunta “¿No te doy asco?” saltan todas las alarmas. Y cuando repreguntas “¿Por qué me ibas a dar asco, cariño?”, la respuesta es terrible: “No sé, por qué tengo la piel así…morena”. Esta niña, Consuelo, que ahora tendrá 35 años, tenía la autoestima por los suelos y quizás, por desgracia, la tenga ahora también. Pero tengo muy claro, como dice la canción de Lolobar, que sus señas de identidad no hay río que se las lleve. El autoconcepto y la autoestima no están vinculados a la identidad cultural.

 

España es un país diverso, pero ¿se tiene en cuenta políticamente la diversidad cultural?

Por supuesto que sí. Se tiene en cuenta políticamente la cultura gallega, vasca, catalana, castellana hasta el punto que tenemos una organización política del Estado estructurada en torno a la diversidad cultural. Pero significativamente, las gitanas y los gitanos estamos absolutamente excluidos de esa estructura política del Estado, hasta el punto que se nos recluye en reservas, en barrios de gitanos y para gitanos, se nos educa en escuelas gueto de gitanos, y se nos excluye de la mayor parte de las redes sociales, laborales y culturales.
Nuestra cultura milenaria, envuelta en una lengua universal, que se habla desde la Patagonia hasta Alaska y desde Algeciras a Estambul, es sistemáticamente ignorada por el Estado del que somos ciudadanos de pleno derecho. Realmente España es tan hermosa como contradictoria. Toma de la cultura  gitana la estética y arte flamenco. Los convierte en símbolo universal de España. Y, al mismo tiempo, recluye en reservas inmundas a niños y a ancianos sin ni siquiera ruborizarse.

 

Una de tus líneas de investigación es la educación intercultural. ¿Crees que si desde Educación se apostara por un modelo intercultural se acabaría con el absentismo y el fracaso escolar que aún padece parte del alumnado gitano?

Un modelo intercultural es la puerta de la esperanza para que las ciudadanas y ciudadanos podamos disfrutar de una escuela que, de verdad, sea un espacio educativo. La educación significa ni más ni menos que desarrollar todas las potencialidades y habilidades intelectuales, culturales, sociales y emocionales de las niñas y niños del aula. En ese modelo de escuela, todos estamos incluidos, no hay racismo, ni reserva, ni apartheid. En ese modelo se conocen y se reconocen las culturas, su diversidad y su riqueza; y además, se las valora y se las dignifica.

 

Denuncias que hay hasta 500 escuelas gueto en España. ¿Hay un interés escondido detrás de la segregación?

Sinceramente, no sé que responder a esta pregunta. Lo único que se me ocurre pensar es que la sociedad, como un ente abstracto, quiere recluir a las gitanas y a los gitanos en centros para ellos, de gitanos para gitanos. Es la misma dinámica de la política sudafricana del Apartheid, o de Atlanta o Birmingham en los años 60: negros con negros, blancos con blancos, gitanos con gitanos. Pienso que es un anacronismo perverso que no tiene ningún sentido en el siglo XXI. Y es una responsabilidad de todas y de todos. En esa línea nos proponemos trabajar para denunciar públicamente la situación que sufren nuestras niñas y niños. Estas reservas no se pueden mantener ni un minuto más. Ha llegado el momento de dejar de hablar y empezar a actuar desde la resistencia no violenta y con todos los medios que ofrece el estado de derecho.

 

Para tu tesis doctoral, con la que recibiste el premio Marqués de Lozoya, estuviste más de un año viviendo en un poblado chabolista de Ávila. ¿Qué aprendiste en esas condiciones de extrema pobreza?

Aprendí tantas cosas que solo tengo agradecimiento hacia las familias que me acogieron y que me permitieron comprender en todas sus dimensiones lo que significa el mundo y la vida de los gitanos. Sobre todo y ante todo, la dignidad y el valor, la dignidad de las gitanas y gitanos que viviendo en condiciones extremas, superaban el día a día, con honor y honra. Eso fue lo que me impresionó. Mujeres y hombres que eran verdaderamente sabios, maestros y maestras de la vida. Podían ser pobres y analfabetos, a los ojos de la sociedad; pero eran y son inmensamente ricos y sabios.

 

Las últimas cifras oficiales dicen que 8 de cada 10 gitanos está en riesgo de pobreza ¿Es posible salir de la exclusión social?

Sí, es posible. Y esa posibilidad se abre desde la lucha por los derechos civiles de la comunidad gitana. Una lucha que debe ser en esencia por alcanzar los derechos ciudadanos básicos, que se articulan en vivienda, educación, formación y empleo. Hay murallas que parecen insuperables pero como dicen los abulenses cuando una puerta se cierra, otra se abre. Es una lucha de todas las gitanas y gitanos, que debemos abordar desde la resistencia no violenta y desde la dignidad del que defiende sus derechos como ciudadanas y ciudadanos de pleno derecho. Los gitanos y las gitanas no son pobres porque son culpables, sino porque son víctimas de una sociedad excluyente, que practica un apartheid informal y que ampara el racismo institucional de las administraciones locales, autonómicas y estatales. El racismo y la segregación impregnan a toda la sociedad, pero es indudable que tiene más responsabilidad el que tiene más poder. Son los representantes de la ciudadanía, elegidos democráticamente, los que tienen que empezar a caminar por la dignidad de todos y de todas. Especialmente por la dignidad de los payos. A mí, como le ocurría a Luther King, no me preocupa la maldad de las minorías -que es mucha- sino el silencio cómplice de la mayoría de la sociedad española que contempla a los gitanos y gitanas con indiferencia y desdén. Claro que no tenemos un apartheid legalizado -de iure- pero lo tenemos de hecho. Y ciertamente avergüenza profundamente a los ciudadanos y ciudadanas decentes. 

 

En España aún viven muchos gitanos en poblados chabolistas, o en el llamado chabolismo vertical, barrios marginales en los suburbios de las ciudades. ¿Qué alternativas hay para ellos?

Las alternativas son muchas, variadas, económicamente sostenibles y me atrevería a asegurar que incluso en algunos casos concretos rentables, es decir que aportarían a las administraciones recursos económicos a corto plazo. A largo plazo la rentabilidad económica está garantizada. Luchar contra el apartheid en la vivienda y concretamente el chabolismo debería constituir una prioridad de las administraciones del Estado. Un pacto de Estado que implicara a todas las administraciones del mismo con el respaldo de todas las fuerzas políticas significaría un gran paso político en una sociedad asfixiada en la corrupción y en las redes mafiosas de todo tipo.

 

Se habla mucho de la Estrategia por la inclusión social de los gitanos que se está llevando a cabo en toda Europa, pero da la sensación de que en realidad todo sigue igual para millones de gitanos que viven en la exclusión social. ¿Por qué no funcionan estos planes, dotados por otro lado de millones de euros?

Los documentos de la Estrategia de inclusión no son vinculantes para las administraciones que la adoptan. Por ello nos encontramos de nuevo en el juego de la hipocresía, de los discursos políticos y de las buenas palabras. Como dice el refrán "ni una mala palabra, ni una buena acción". La realidad es que la Comisión Europea ha diseñado un Plan transnacional por la inclusión que tiene muchos aspectos positivos en el sentido que propone un marco de trabajo idóneo, en toda la Unión Europea, para combatir el racismo, el apartheid y la exclusión que sufre la mayor parte de los gitanos y gitanas europeos. En cada Estado y en cada administración regional de la Unión Europea se recomienda que se aplique, y en ese matiz está el problema. El derecho de la ciudadanía europea no puede ser una recomendación, cargada de buenismo, sino formar parte de la legislación, que se aplique con todo el rigor y la fuerza necesaria.

 

Según el estudio La situación de los gitanos en once países de Europa (2011) publicado conjuntamente por la Agencia Europea para los Derechos Fundamentales (FRA) y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), el 50% de los gitanos encuestados se ha sentido discriminado. ¿Esta cifra no debería crear alarma entre nuestros dirigentes?

No conozco ese estudio, pero me sorprende que sea un porcentaje tan bajo. Conozco 8 países europeos y mi impresión es que en España los niveles de discriminación son más moderados que en países como Dinamarca o Rumanía. Y las estimaciones de España las situamos en el 90%. Tan sólo el 10% de las gitanas y gitanos no han sufrido acciones de discriminación directa. Las cifras, las imágenes, y los rostros de las niñas y niños gitanos deberían no solo alarmar sino escandalizar a los políticos y a toda la sociedad. Permitir que la pobreza estructural, el racismo y el apartheid se reproduzcan sin actuar debería ser un cargo de conciencia inmenso para ellos. Es evidente que no lo es.

 

¿Crees que el antigitanismo está creciendo en nuestra sociedad?

El antigitanismo, entendido como racismo, exclusión, segregación y apartheid, crece, se reproduce y se perpetúa ante una sociedad que parece adormecida ante el dolor ajeno. Cada vez me aterrorizan más las muestras de insensibilidad y la falta de empatía.

 

Silvia Rodríguez Gómez

 

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