08.09.2015 - OPINIÓN

A los que dicen ser ilustres

Por José Saavedra Bustamante


Después de que la RAE haya decidido no cambiar la acepción de trapacero vinculada a la definición de gitano, yo creo que, además de odiados y envidiados, somos el espejo donde todas estas personas, entre otras muchas por desgracia, ven reflejada su pobre imagen de humanidad perdida, corrupta y altamente destructiva.
Gracias a Dios, nuestro pueblo no es la estirpe que ha heredado la (falsamente) llamada ciencia que inventa y fabrica bombas y armas de destrucción masiva, tanto literales como verbales.

Podrán llamarnos lo que quieran (estas almas endemoniadas), son como estrellas errantes que brillan por un instante, pero rápidamente se perderán en la densa oscuridad y en las tinieblas eternas de perdición y condenación. Por que almas tan corrompidas no tienen lugar en el firmamento de Dios.

Dicen ser ilustres, mentes brillantes y honorables, pero sus hechos y sus palabras los delatan y quedan al descubierto. Pues si consideran que el pueblo gitano, cuya plenitud de la gitanidad, habita corporalmente en todos y cada uno de los individuos que han nacido gitanos, creyendo firmemente que por naturaleza somos "trapeceros", son necios y ciegos, pues no pueden ver la sonrisa de Dios, nuestro creador y formador, toda vez que nos observa, pues contempla en nuestra faz el brillo de la esencia de un pueblo que no se ha corrompido, como lo han hecho todos ellos, odiando y rechazando a esta hermosa creación de Dios: el gitano.

 

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