20.02.2014 - OPINIÓN

Un mendigo que lee a Kafka

Por Miguel Murillo

Lamentablemente esta historia que os voy a contar no es ninguna leyenda urbana, ni nada que le haya sucedido a un amigo de un amigo. Es un pequeño suceso que ha ocurrido exactamente hoy a las 19:30 en una calle del Eixample de Barcelona, y que para dar más señas me ha ocurrido a mí.

Hoy en día no es nada extraño encontrarse a personas sin recursos, gitanos o gachés, durmiendo o "habitando" en un cajero. Tristemente, cada vez son más los cajeros "habitados", y donde antes había una persona, ahora encuentras a dos o incluso a tres. En esta ocasión el cajero pertenecía a una de tantas entidades bancarias rescatadas con nuestros ahorros. Y dentro, un hombre de unos 50 años, enjuto, delgado, con barba de varios días, al lado de sus escasas pertenencias. Entre ellas, una maleta que contiene una colección de infusiones, meticulosamente ordenadas, su ropa y unos cuantos libros. Se encuentra en una esquina, leyendo plácidamente, arropado por una manta de cuadros. A un lado un cartel de cartón en el que se puede leer: "Necesito ayuda para poder continuar. Gracias".

Le había visto otros días y siempre me llamaba la atención el orden de sus cosas, sobre todo esos coloridos paquetes de infusiones. Hoy, al pasar, he sentido un golpe seco en el estomago, como si alguien me estuviese agarrando los intestinos y he echado mano a la cartera con la decisión de darle 10 €. Al comprobar que solo tenía billetes de 20 €, no me lo he pensado dos veces y he entrado para dárselos. Al mirarle mientras me decía "Buenas noches", me he fijado que estaba leyendo la Metamorfosis de Kafka y acto seguido le he dado el dinero. He agachado la cabeza, y he salido lo antes posible. He estado el tiempo necesario para escuchar sus gracias y ver como esbozaba una ligera sonrisa.

La congoja ha aumentado y he meditado el hecho de mi reacción. ¿Por qué he salido casi corriendo? Pues, lógicamente, porque siento vergüenza de que este hombre se encuentre en esta situación. No me malinterpretéis, si fuera una persona que no supiese leer, también me dolería su situación. Os cuento este hecho no para que penséis que bueno soy por darle este dinero. No tiene mérito. No soy rico pero nunca me ha faltado de comer, por suerte. Os lo refiero para que nos demos cuenta de que nadie está libre de caer en la indigencia. De que un golpe del destino: un despido, una enfermedad, un divorcio, el no contar con apoyo familiar, etc., puede llevarnos a cualquiera a la pobreza, a la miseria, a la marginalidad. Y que si esto ocurre, el Estado Social, de Derecho y de Bienestar no va a responder, porque nos lo están arrebatando y lo estamos consintiendo. Y todos, todos, somos culpables, porque como dijo Luther King: " No me preocupa tanto la gente mala, sino el espantoso silencio de la gente buena".

 

MIGUEL MURILLO FERNANDEZ

Abogado

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