10.08.2013 - HUNGRÍA

TRES ASESINOS RACISTAS CONDENADOS A CADENA PERPETUA

Familiares de un padre y su hijo gitanos, víctimas de asesinatos racistas en Hungría durante una ceremonia religiosa. (Foto: Archivo Romea.cz)

Pero esto, no nos engañemos, no nos tranquiliza. El número de ataques homicidas que han padecido los gitanos húngaros es mucho mayor de los que han sido enjuiciados ​​y la mayoría siguen sin resolver.

La Corte de Justicia de Budapest ha condenado a cadena perpetua a los hermanos István y Árpad Kiss y Zsolt Petö, tres racistas asesinos de familias gitanas, y a István Csontos, que colaboró en los crímenes, a 13 años de prisión sin posibilidad de libertad condicional. Pero esta noticia, que debía tranquilizarnos, no puede hacernos olvidar que son muchos los crímenes que están pendientes de esclarecer y muchas las amenazas y agresiones que nuestros hermanos siguen sufriendo cada día en este país.

Estos asesinos han sido condenados porque fueron los causantes de la muerte de seis personas gitanas en los años 2008 y 2009 así como de provocar heridas gravísimas a otras cinco personas y otras menos graves a decenas de inocentes criaturas. En su día, nosotros, desde la Unión Romani, denunciamos estos actos de violencia suprema asegurando, porque teníamos constancia de ello, que la policía no protegía suficientemente a la minoría romaní.

El sistema de actuar de este grupo de malditos nazis siempre era el mismo: elegían las viviendas de los gitanos situadas en las afuera de las ciudades, lo que les garantizaba la posibilidad de escapar fácilmente después de ejecutar sus crímenes.

Estos agresores hoy condenados prendían fuego a las viviendas ocupadas por los gitanos y disparaban contra ellos cuando las criaturas, asustadas, salían huyendo de sus casas en llamas. Se ha demostrado que estos asesinos atacaron a los gitanos en nueve ocasiones ocasionando seis muertos entre los cuales había un niño de cuatro años de edad, mientras que cinco personas más han quedado lisiadas para toda la vida como consecuencia de las gravísimas heridas sufridas en los ataques indiscriminados.

Durante uno de esos ataques estos desalmados prendieron fuego a altas horas de la noche a una casa en las afueras de la ciudad de Tatárszentgyörgy cerca de Budapest. Cuando los ocupantes huían del edificio, los autores mataron a tiros a Robert Csorba, de 29 años de edad, y su hijo de cuatro años.

Los fiscales han demostrado que los ahora condenados dispararon sus armas de fuego 78 veces, arrojaron 11 bombas molotov, y amenazaron la seguridad de un total de 55 personas añadiendo que los autores habían preparado sus maniobras "con precisión militar".

 

Indiferencia y errores

Sin embargo las autoridades policiales húngaras tienen una parte muy importante de responsabilidad en la realización de estas agresiones. Los observadores más imparciales así lo han manifestado. Por una parte está la indiferencia con que son abordados los ataques a los gitanos y por otra los errores cometidos en las investigaciones.

Así, lo cómodo ha sido decir que los muertos han sido por causa de disputas internas entre nosotros mismos. Y durante meses, la policía rechazó la hipótesis de que se trataba de una serie de agresiones racistas realizadas por los mismos autores. Todo ello a pesar de que cada incidente individual se llevaba a cabo de una manera que era muy similar al siguiente.

Fue desesperante comprobar que tras la agresión más brutal, la ambulancia se presentó una hora después de ser avisada y sin ningún médico a bordo. Solo un gitano permanecía con vida y murió allí mismo cuando ya no se podía hacer nada para salvarle. La policía local basó su informe sobre la afirmación de que la casa se había incendiado a causa de un cortocircuito en el cableado eléctrico. Todo ello a pesar de los casquillos de bala que se encontraron en la escena.

 

La presión internacional

Quedan todavía muchos crímenes por aclarar y muchas agresiones de las que aún no se han determinado quienes son sus autores. Nosotros, desde la Unión Romani, hemos levantado nuestra voz de denuncia constantemente y hemos llevado al conocimiento de las autoridades europeas todos los casos de violencia de los que hemos tenido conocimiento. Por eso nos complace manifestar desde aquí nuestra gratitud a Amnistía Internacional y al European Roma Rights Centre (ERRC) cuya constancia en las denuncias ha hecho que el Gobierno húngaro presionara fuertemente a sus cuerpos policiales para dilucidar estos crímenes.

Lo cierto es que después de un año de investigación, la policía no había encontrado una sola pista útil por lo que el Gobierno aumentó la cantidad de dinero que se ofrecía a los ciudadanos que  facilitaran la identificación de los agresores. Finalmente la recompensa llegó a la exorbitante cantidad de 380.000 euros. Lo que pone de manifiesto la ineficacia de la policía húngara, por no decir otra cosa. Hasta se requirió la colaboración del FBI estadounidense cuyos agentes se desplazaron al país para ayudar en la identificación de los asesinos.

Finalmente la Hungarian National Bureau of Investigation (NBI) arrestó a cuatro hombres en la ciudad de Debrecín y los acusó de perpetrar una serie de atentados homicidas organizados. Los cargos fueron el uso indebido de armas, asesinatos, robos y vandalismo. Los detectives demostraron la participación de tres de los sospechosos en varios ataques con la ayuda de análisis de ADN y pruebas de armas. El cuarto fue acusado de ayudar a los demás en la realización de algunos de los ataques.

 

La motivación racista

Sin embargo, el Fiscal Regional del Estado cuando presentó sus múltiples cargos contra los detenidos no mencionó ni una sola vez que actuaron por motivos racistas. Tuvo que ser una vez más Amnistía Internacional quien exigió que se volverá a evaluar la motivación de los autores. Al final, el fiscal reconoció en las acusaciones que los autores fueron motivados por el odio racial durante la totalidad de sus crímenes y que los prepararon "con precisión militar". Ellos querían aterrorizar a toda la comunidad gitana perpetrando estos ataques.

Decíamos al principio de estas líneas que la condena a cadena perpetua de los asesinos, aun siendo una noticia buena y esperada, no nos tranquiliza porque el número de ataques homicidas que han padecido los gitanos húngaros es mucho mayor de los que han sido enjuiciados ​​y la mayoría siguen sin resolver.

Por esa razón no hemos de bajar la guardia. Frente a los crímenes racistas no se puede ser indiferente. El racismo, lo hemos dicho infinidad de veces, es una enfermedad altamente contagiosa, especialmente en momentos de recesión económica. Y lo que ha pasado y sigue pasando en Hungría se ha extendido a otros países centroeuropeos. Bien lo saben nuestros amigos y seguidores. La situación es insostenible en Gracia, en la República Checa, en Eslovaquia y en varios países más. Mientras que en otros Estados tales como Francia, Italia, Alemania y el Reino Unido la presión que sufren nuestros hermanos, sin llegar a ser una persecución asesina como la aquí descrita, ha logrado encender todas las alarmas propiciadas por el odio y la intolerancia racial.

No debemos olvidar que si ahora no decimos nada porque nosotros no somos gitanos húngaros, ni griegos, ni rumanos, ni eslovacos, puede que el día que vengan por nosotros ya no quede nadie para levantar su voz en nuestra defensa.

 

Juan de Dios Ramírez-Heredia

Abogado. Presidente de Unión Romani

Vicepresidente de Unión Romani Internacional

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