10.04.2013

Ni palabra ni gitano

Por Agustín Vega Cortés

Enumerar aquí todos los programas de televisión que se han realizado sobre los gitanos, es una tarea tan ardua como inútil. Estoy por decir que no existe en España una sola cadena de televisión, y mira  que hay una cuantas, que no haya emitido en los últimos 30 años varios documentales dedicados a esa parte de los españoles sobre los que se  puede decir todas las sandeces que se le ocurran a cualquiera sin preocuparse lo más mínimo de que pase nada.

Se me viene a la memoria un antiguo espacio de debate, de no recuerdo qué cadena televisiva, en el que eran contertulios  Pilar Rahola y Ramoncín, entres otras insignes figuras de la intelectualidad protozapaterista. Aquel día estaban debatiendo, es un decir, sobre el tráfico de drogas en ciudades como Madrid o Barcelona. En un momento determinado, uno de los presentes, imagino que por hacerse el inocente, preguntó cuánto costaba una papelina o un chute en el “mercado libre”. Entonces, la inefable  Pilar Rahola, contestó que “los gitanos lo venden a unas 3000 pesetas y los negros a  3500”. Al instante, Ramoncín, saltó de la silla gritando: “¡Pilar, la referencia a los negros me parece puro racismo impropio de una persona como tú, y exijo que retires esas palabras!”. “Las retiro porque no tenia ninguna intención de insultar a las personas de color. Yo solo quería comparar los precios de unos y otros” se apresuró a contestar la conocida y polivalente telepolítica. Dicho lo cual, prosiguió el debate, o lo que fuese aquello, sin que a nadie se le ocurriera pensar ni siquiera por un momento, que también se había insultado a los gitanos. 

Los programas de las televisiones de ahora sobre la población gitana son todos iguales; pura bazofia mentirosa y ofensiva. Muchas chabolas, muchos yonkis y traficantes de droga, muchos niños desnudos con los mocos colgando y muchas bodas gitanas con la prueba del pañuelo. Siempre las mismas imágenes y los mismos guiones. Los mismos personajes con sombrero y cachiporra diciendo las mismas tonterías de siempre que son las que le dicen que digan: la ley gitana, la venganza gitana, la honra gitana. En fin, el esperpento de siempre.

Mentira parece que cuarenta años después, tengamos que añorar series de TVE como “Rito y geografía del cante”  y otras parecidas,  en las que colaboraban intelectuales como Caballero Bonald o Fernando Quiñones, realizadas en pleno franquismo, pero que nos muestran una gitanidad verdadera, humilde y pobre, pero investida de una inmensa dignidad y portadora de una de las señas de identidad más esenciales de la cultura española; el flamenco, que es, o era, algo más que una música. Por suerte, hoy en día, y gracias a las redes sociales, estos documentos audiovisuales están al alcance de todos. El que no los disfruta es porque no quiere.

Lo de la televisión de ahora es algo que no tiene remedio. La telebasura vende más que ninguna otra cosa y lo que importa es la audiencia para ganar dinero con los anuncios. Además, los segmentos de la población más influenciable por la publicidad consumista, no son precisamente los que ven los documentales de la 2. Telebasura, publicidad y consumismo desaforado, forman parte de un sistema social en el que se potencia el idiotismo porque así todo funciona a la perfección.

¿Qué podemos esperar de una televisión que emite programas en los que un grupo de mujeres jóvenes se despellejan entre si por acostarse con un individuo musculoso cuya capacidad intelectual es inferior a la de cualquier chimpancé mínimamente entrenado? ¿Qué se puede esperar de una televisión que hace un espectáculo de la vida de una familia en la que jóvenes descerebrados y crueles se dedican a maltratar a sus padres? Pero lo que es peor, ¿qué podemos esperar de una audiencia  que en lugar de boicotear esos programas los convierten en los de mayores éxitos y animan a las cadenas a dar un paso más en esa senda del sensacionalismo más radical, y del embrutecimiento de una población cada día más inculta y más manipulable?

Por lo tanto, no voy a esforzarme demasiado por desmentir los contenidos de esa basura de programa llamado 'Palabra de Gitano'. Solo diré que todo lo que sale en él es mentira, o está manipulado. Los gitanos no somos así. Así es como nos ven los que han imaginado y realizado el programa porque nos miran con ojos racistas llenos de prejuicios, y porque lo que buscan es la morbosidad y el esperpento.

Cierto es que han contado con un grupo de individuos gitanos que han colaborado, pero ellos   sabrán por qué lo han hecho. No somos así. Quizás lo sean los que ha salido en el programa, no lo sé, pero no tienen derecho a hablar en nombre de los demás. Que lo hagan en nombre de su familia si piensan así. Que lo hagan en nombre del que le haya dado permiso para ello, pero no en mi nombre, no en el nombre de mi familia, no en nombre de cientos de miles de personas que nada tienen que ver con esa imagen.

Yo, que soy gitano porque lo eran mis padres y los padres de mis padres y porque quiero serlo, declaro que no estoy de acuerdo en nada de lo que en ese programa se ha dicho sobre nosotros. Declaro que no me identifico con esos ritos y esas costumbres de la forma que han sido presentadas y defendidas por los gitanos que aparecen en el programa. Declaro que creo en la igualdad plena del hombre y de la mujer. Defiendo que todas las personas hombres y mujeres tengan los mismos derechos y las mismas libertades, incluida la libertad sexual. Declaro que no acepto más leyes que las que son comunes para todos los españoles y que no acepto más tribunales que los legalmente establecidos. Creo que  la dignidad del ser humano, y su derecho a realizarse como persona, y ser feliz están por encima de cualquier tradición o costumbre.

Creo que todos los grupos étnicos tienen derecho a mantener su cultura, pero esta tiene que ser compatible con la cultura humana universal que se inspire en los valores de la no violencia, de la paz, de la igualdad y la libertad y con los derechos de los individuos. Y creo que precisamente poblaciones minoritarias como la nuestra, que siempre ha sido marginada y despreciada, deben ser las principales defensoras de esos valores, porque son las armas con las que se pueden defender. No podemos dar argumentos a aquellos que nos criminalizan ni debemos colaborar con ellos, presentando como elementos de la cultura gitana comportamientos y actitudes que muchas veces no son más que frutos de la ignorancia o de la marginalidad y que los racistas presentan como comunes a todo el pueblo gitano.

La comunidad gitana española es muy amplia y diversa. Y aunque exista un sentimiento común, una emotividad colectiva indudable, existen enormes diferencias culturales, sociales, e, incluso, territoriales. La relación entre unos grupos y otros de gitanos es prácticamente inexistente. Y las formas de entender y practicar algunos ritos y tradiciones que pueden ser comunes en su origen, son muy distintas. Lo mismo que ocurre entre los gitanos de unos países y los de otros. Por lo tanto, pretender que un grupo de gitanos pueda representar a todos los demás en su forma vivir, de expresarse, o de entender la misma identidad gitana, será siempre un fraude y una simplificación cargada de prejuicios, que solo puede provocar más aislamiento y rechazo.

 

(Agustín Vega Cortés es Presidente de Opinión Romaní)

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