11.11.2011

El pueblo gitano y los medios de comunicación

Por Antonio Santiago Maya

Una cuestión bastante tratada anteriormente, aunque no por ello desdeñable, es el papel que desempeñan los medios de comunicación en la conformación de las representaciones sociales, con preeminencia de otras instancias tradicionales de inculturación como la familia, la escuela o la iglesia.

Esta inculturación o medio y forma desde el que se transmite la cultura a través de los medios de comunicación masiva carece de una cuestión de fondo en la mayoría de los casos, llegando a conseguir la endoculturación basada, principalmente, en el control que la generación de más edad (medios de comunicación) ejerce sobre los medios de premiar y castigar a los niños (receptores).

Cada generación es programada no sólo para replicar la conducta de la generación anterior, sino también para premiar la conducta que se adecue a las pautas de su propia experiencia de endoculturación y castigar, o al menos no premiar, la conducta que se desvía de éstas.

Esta influencia de los medios de comunicación en la sociedad se caracteriza según el pensamiento de McLuhan a partir de las siguientes ideas: Somos lo que vemos, formamos nuestras herramientas y luego éstas nos forman.

En esta línea, podría afirmarse que él veía en los medios más agentes de posibilidad que de conciencia: así, los medios podrían compararse con caminos y canales, antes que con obras de valor artístico o modelos de conducta a seguir.

Es habitual que pensemos que los medios no son sino fuentes a través de las cuales recibimos información, pero la concepción de McLuhan era que cualquier tecnología (todo medio) es una extensión de nuestro cuerpo, mente o ser. Los medios tecnológicos son entendidos como herramientas que extienden las habilidades humanas, del mismo modo que una bicicleta o un automóvil son una extensión de nuestros pies

Así como el medio de comunicación es entendido como una extensión del cuerpo humano, el mensaje no podría limitarse entonces simplemente a contenido o información, porque de esta forma excluiríamos algunas de las características más importantes de los medios que son: su poder para modificar el curso y el funcionamiento de las relaciones y las actividades humanas.

En esta línea define el mensaje de un medio como todo cambio de escala, ritmo o letras que ese medio provoque en las sociedades o culturas. De esta forma, el content se convierte en una ilusión o visión, en el sentido de que éste se encuentra enmascarando, como La Máscara, la modificación del medio (la mediatización).

Afecta, en primera instancia, al interés que los ciudadanos prestan a unos u otros ámbitos de referencia. Ese papel desempeñado por los medios en la llamada “fijación de agenda” (de modo que en muchas ocasiones puede decirse que aquello que no aparece en los medios no existe para la sociedad) se ve en ocasiones acompañado por su potencia como “productores de sentido” : el modo en el que los relatos difundidos por los medios de comunicación abordan un asunto (lo que dicen y lo que no dicen de él) establece una propuesta de interpretación de la realidad ya sea explícita o implícita, manifiesta o latente.

Ante el estímulo mediático, por tanto, los receptores no sólo reajustan sus conocimientos, sino también en ocasiones sus valores y sus comportamientos. Ello explica porqué es tan crucial en nuestra sociedad preguntarse por el tratamiento que los medios de comunicación ofrecen sobre los diferentes problemas de concepción sobre el pueblo gitano y sobre los efectos que ese tratamiento puede producir -o puede contribuir a producir- en la solución o agravamiento de tales problemas.

Ello explica también porqué los medios de comunicación no pueden considerarse meros “espejos” de la realidad, meros interpretadores “de grado cero” sin ninguna responsabilidad sobre los contenidos que difunden más allá de garantizar dicha difusión. Por el contrario, la producción de sentido implica para los profesionales y los medios una función social irrenunciable: la de garantizar la formación de una opinión pública libre a través de la veracidad y el pluralismo, pero también la de contribuir a la cohesión social y a la satisfacción de los intereses (y no sólo de los gustos) de la ciudadanía a través de la defensa de los valores constitucionales y de la atención a las necesidades sociales.

En el caso de la difusión a través de los mass media del pueblo gitano (como en muchos otros asuntos), hoy parece imposible analizar las características y alcance de este fenómeno en sus aspectos psicosociales, socioculturales, jurídico-punitivos o sanitarios sin tener en cuenta también su presencia cuantitativa y cualitativa en los medios de comunicación; es decir, su tratamiento mediático. Ahora bien, ¿Cómo es esa imagen del pueblo gitano? ¿Cómo debería ser?

Empecemos por convenir que, en todo caso, el tratamiento del pueblo gitano en los medios de comunicación presenta características discriminantes en un altísimo porcentaje de casos dependiendo de la clase de relato al que nos refiramos: información, ficción, entretenimiento. Cada tipo de contenido tiene sus requerimientos, se orienta a diferentes segmentos de público (o, al menos, a demandas diferentes de los mismos públicos) y construye un complejo mosaico de representaciones múltiples.

Dicho en términos psicoanalíticos, la información es el mundo del deber ser, del súper yo, de lo políticamente correcto. En ese mundo se denosta de forma casi generalizada al pueblo gitano. Los medios, como el dios Jano, ofrecen además un mensaje con dos caras y antitético en el que, por otro lado, se le humilla constantemente.

Puede afirmarse, grosso modo, que el tratamiento hacia el pueblo gitano, tal y como se configura en los discursos mediáticos basados en los acontecimientos de la realidad, viene caracterizándose en los últimos tiempos por una extensión de su presencia en los medios en tanto que objeto de referencia. La marginalidad, las agresiones, los delitos, cada vez interesan más desde el punto de vista periodístico.

Es necesaria una evolución en el tratamiento informativo hacia el pueblo gitano, se debería de crear un cierto modelo axiológico de empatía pudiendo ser generado por la presencia de gitanos y gitanas en los medios como protagonistas con voz propia. La presencia de ciudadanos y ciudadanas gitanos es tan importante como la presencia de expertos y autoridades para conseguir no sólo informar, sino también generar una actitud positiva por parte de la sociedad en su conjunto.

Este nuevo tratamiento hacia el pueblo gitano en los medios de comunicación debería rodear el mayor de los obstáculos; su posible éxito como asunto de interés para el periodismo sensacionalista.

El tratamiento sensacionalista contra el pueblo gitano lo populariza en un determinado sentido: lejos de difundir una concepción amplia y rigurosa, sino a crear un férreo patrón de representación “la representación del pueblo gitano de consumo”. La presencia de personas en estos formatos que hablan con su voz, pero en muchas ocasiones no con sus palabras, enunciando un discurso enajenado, un guión determinado por razones productivas (la necesidad de mantener la audiencia) y por el escaso tiempo que se les dedica, contribuye en gran medida a consolidar el concepto de "gitanos" y "lo gitano".

El valor añadido de realidad que tienen estos formatos se desperdicia al primar lo morboso, lo llamativo, lo más chocante, lo exótico, reforzando las asociaciones psicológicas de gitano=delincuente, ladrón, sucio, marginal, atávico, y otros calificativos que ipso-facto aparecen en el espectro mental del receptor. Por ejemplo, si cerramos los ojos y pensamos en el término "mesa" la amplia mayoría conceptuará una tabla cuadrada en posición horizontal sostenida por cuatro patas, pero esta mesa puede tener dos, una, cinco o más patas, la forma de la tabla puede ser muy diversa.

La interrelación entre pensamiento, inteligencia y lenguaje fragua así el concepto y los sinónimos adheridos al concepto de "gitanos" y "lo gitano" suplantando los medios inclusive su identidad por grupos ajenos que contribuyen a reforzar estos conceptos por ellos generados.
Como consecuencia de ello, la información que se ofrece es reduccionista, estereotipada, cuando no caricaturesca. Se pretende “enganchar” al espectador, pero en realidad se le distancia desde el punto de vista de la empatía hacia todo un pueblo. Se evita la identificación en favor de la proyección, convirtiendo a los gitanos y lo gitano en el “otro” y "lo otro". Por ello, a pesar de la coartada del “interés humano”, la utilidad de este tipo de tratamientos mediáticos a la hora de contribuir a la difusión de una concepción amplia y rigurosa del pueblo gitano es, cuando menos, dudosa.

 

 

Antonio Santiago Maya es Licenciado en Derecho. Ha sido miembro del boureau del Foro Europeo de Juventud Gitana, perteneciente al Consejo de Europa. Trabajó como delegado por España del Foro Europeo de Rromà y Travellers, del Consejo de Europa. En el Instituto de Cultura gitana fue asesor del área internacional, y fue técnico en el Instituto de Realojamiento e Integración Social de la Comunidad de Madrid. Asimismo, Antonio Santiago Maya ha colaborado con diversas organizaciones e instituciones europeas relacionadas con el pueblo gitano en calidad de experto invitado.

Volver