29.11.2010

EGIPTANOS

Por Marcos Santiago

El flamenco hoy es profeta en su tierra y lo han elevado a  patrimonio inmaterial de la humanidad. Todo ello se ha vendido como un triunfo de Andalucía. Pero ¿Por qué el flamenco ha llegado a nuestros días, sano y fuerte como ciruela en árbol cuidado?  Moros y judíos no pudieron aportar mucho al cante jondo porque fueron expulsados cuando el flamenco aun no se había desarrollado. No debe ser casualidad que su primer nombre fuese “baile de gitanos”.

Es muy probable que fuesen estos los que, sino crearan el flamenco sí los que lo enriquecieran  en la supervivencia de los golpes de la fragua, en los remos de las galeras, en la impotencia del interior de calabocitos oscuros que surgían de sentencias arbitrarias y malditas, o entre miles de lujosas e interminables fiestas amenizadas a cambio de tres perras gordas; lo enriquecieron con sus fatiguitas. Si algo bueno se puede sacar de la marginación es el arte que fluye como consuelo divino.

El flamenco fue conservado y dignificado por aquellos egiptanos y son ellos, ese pueblo perseguido y masacrado pero nunca mutilado, los primeros y últimos responsables de que hoy esa música nos haga sentir orgullosos por poseer ese precioso rasgo identitario y pueda ofrecerse al mundo como producto de todos los españoles;  estoy seguro que si se escucha con suma delicadeza los trágicos quejíos de la seguirilla (para mí máxima expresión del cante) solo se intuirá la sanguinaria, vil e injustificada y nunca pagada persecución que través de los siglos ha sufrido la raza de  bronce. Quizá sean ellas y ellos, por su heroísmo y pacifismo frente al infortunio, otro patrimonio inmaterial de la humanidad.

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