07.08.2010

EL PRESIDENTE SARKOZY AMENAZA CON SUPRIMIR LA EDUCACION Y LA SANIDAD A LOS GITANOS AMENAZADOS DE EXPULSION

Muy poca gente debe desconocer la política antigitana que últimamente está llevando a cabo el Presidente de la República Francesa, Nicolás Sarkozy. Los periódicos de todos estos días, incluidos los de hoy sábado, 7 de agosto, hablan ya de la primera expulsión de un grupo de familias gitanas compuesto por más de 100 personas que vivían en un asentamiento en Saint-Etienne, en el departamento del Loira. Y esto es sólo el principio porque Sarkozy, bien secundado por su Ministro del Interior, se propone expulsar a los gitanos que viven en los asentamientos en el plazo de tres meses, con lo que logrará que hasta Berlusconi sea considerado un benefactor de nuestra comunidad.

Sarkozy es un maestro de la demagogia que tan buenos resultados electorales le ha dado. Con lo que no descubre nada nuevo, porque siempre ha sucedido lo mismo. En tiempos de crisis los gobernantes hacen especial hincapié en las políticas de orden público, y los políticos insensatos que están en la oposición -gracias a Dios no todos- arriman el ascua a su sardina jaleando cualquier medida represiva contra aquellos que por ser más pobres, por ser inmigrantes, por vivir inmersos en la discriminación y la desconfianza, son -eso dicen- delincuentes en potencia. Por esa razón el Gobierno francés quiere desmantelar los campamentos de los inmigrantes gitanos porque cree que son nidos de delincuentes. Y esto, dicho así, por más extraño que nos parezca, encuentra el aplauso y el apoyo de una gran parte de la ciudadanía. Cuando el presidente francés dice que quiere suprimir la educación y la sanidad a los gitanos que carezcan de documentación hay mucha, muchísima gente, que le aplaude.

En Francia viven algo menos de 400.000 gitanos de los que el 90% son gitanos  afincados en el territorio desde siempre. Gitanos que tienen antepasados franceses de más de 500 años cuando en 1418 plantaron un campamento ─¿también ilegal?─ junto a los muros de la Catedral de Notre Dame. Sarkozy no puede ofrecer de si mismo una carta genealógica como esta, porque, si bien es verdad que él nació en Francia, su padre era húngaro, Pál Nagybócsai Sárközy Pál, y su madre, Andrée Mallah, una judía sefardita convertida al catolicismo. Parece que a una persona con esos antecedentes genealógicos se le debería presuponer una cierta comprensión y tolerancia hacia aquellos que, como su propia familia, un día tuvieron que salir a la fuerza de su país de nacimiento.

Esta es una espiral a la que hay que poner freno urgentemente. De lo contrario las consecuencias las pagaremos todos. Y si no, al tiempo. Michel Rocard, que fue primer ministro de Francia durante siete años ha dicho que  “Algo así no pasaba desde la época de los nazis. Poner el acento en la represión es una política de guerra civil".

Y me pregunto ¿qué más ha de pasar para evitar que la historia se repita?

 

Juan de Dios Ramírez-Heredia

Presidente de la Unión Romaní

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